pub

miércoles, agosto 12, 2009

Hacia la boca del lobo 3

Tengo una forma de viajar: ir siempre al lugar más lejano para que, cuando surjan las dificultades, estar ya de vuelta y lo más cerca de la puerta de salida. De esta manera creí más conveniente viajar sin paradas hasta las montañas que separan Albania de Kosovo para luego regresar poco a poco.
El aeropuerto de Rinas, el más importante de Albania (por no decir el único) engalanaba su pista de aterrizaje con el único avión de que disponían las líneas aéreas albanesas. Casi todo eran vuelos de la griega Olympic. Aviones de hélices de apenas 40 pasajeros. Negocios y visitas a familiares de albaneses que habían huido de la pesadilla que constituía su país. Y un 'gazetar' español con chaleco de pescador y la determinación de cruzar la frontera de albano-yugoeslava.
A falta de las clásicas cintas transportadoras los equipajes se distribuían a voz en grito por un empleado de la terminal que alzaba las maletas y los brazos para ofrecer los bultos a los pasajeros.
Un viejo Golf me hizo las veces de taxi. Imposible entendernos excepto por sus palabras de "shum, shum, army" señalando los soldados del ejército apostados en las orillas de la carretera que unía el aeropuerto con Tirana. Le hice señas para que me llevara a algún lugar desde el que viajar a Shkoder, la ciudad más importante del norte de Albania.
Me presentó a Nikola, un albanés de camiseta desgarrada, barba de dos días y maneras rudas. Subí a la furgoneta que se desmontaba por las despiadadas carreteras albanesas en una costumbre que luego conocería en todo Oriente Medio: en Turquía se les llama Dolmus y en Israel, Sherut.
La incomodidad no era problema para mí, un chaval de escasos 27 años. Los problemas eran otros: apenas cerrar el portón a las 5 de la tarde Nikola anunciaba que debíamos darnos prisa: los apenas 120 kilómetros que separan las dos ciudades no se recorren en menos de 3 horas y media y conforme anochece se cierne sobre Albania la ley de la selva y de los bandoleros de caminos; es la versión albanesa de nuestro siglo XVII. Viajar por Albania era echar la moneda al aire en el juego del pillaje y el asalto. Hacerse de noche en Albania era entrar en la incierta boca del lobo.

No hay comentarios: