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martes, enero 19, 2010

Viajar en el mundo pre-internet 5

Shkoder. Ciudad desconocida de la Europa desconocida. Albania. En el mundo pre-intenet la información llegaba a través el periódico impreso. Y de Albania apenas un par de artículos al año. Nada alentadores por cierto. Ni que decir tiene que tampoco era fácil encontrar información práctica de cómo llegar, dónde dormir, cuánto costaban los viajes, la comida... nada. Y con apenas 700 Euros (unas 115.000 pesetas de la época) para entrar y salir de Albania, cruzar Bulgaria y Rumanía para llegar a Budapest (no en vano este dinero no me llegó para tanto y tuve que volver desde Hungría hasta España haciendo auto-stop).
Albania estaba dividida en dos. Los albaneses del norte, simpatizantes de Sali Berisha (el gobernante y principal responsable de que Albania sufriera uno de los peores caos económicos de su Historia) y también simpatizantes de los albaneses de Kosovo de los cuales se encontraban a un tiro de piedra y a los que les unían a menudo fuertes lazos familiares. Los albaneses del sur, simpatizantes de Fatos Nano, el por entones (1998) presidente y que veían en el problema de Kosovo, una cuestión un tanto alejada que sólo les podría traer problemas. Shkoder estaba en manos de Berisha. Las pintadas en las calles en contra de Nano y la actitud de la población en favor de los albano-kosovares dejaba ver que Kosovo desestabilizaría aún más Albania.
Shkoder respiraba tranquilidad a excepción de la caída de la noche en la que se oían insistentes disparos en la oscuridad y de los cuales nadie daba razón alguna (como si de un pacto de silencio se tratara). Las calles todavía alojaban coches quemados y abandonados fruto de las intensas revueltas del año 1997 en las que Albania había vuelto a caer en el abismo. Con la caída del comunismo la población se emborrachó de capitalismo y los intereses de hasta el 100% que prometían algunos de los bancos recién instalados en el país despertaban pocas sospechas... hasta que el sistema quebró y muchos albaneses vieron desaparecer los escasos ahorros de toda una vida entre engranajes incomprensibles de hiper-especulación. No quedó ni un sólo preso en las cárceles asaltadas, los mayoría de los bancos fueron saqueados e incendiados y las autoridades gubernamentales (desde los ayuntamientos hasta la policía) desaparecieron de la escena pública y de las calles.
Llevaban un año viviendo la ley del más fuerte. Las armas de las comisarías de policía estaban ahora en manos de la población y eran también desviadas hacia el germen de la guerrilla de la UÇK. Los mascarones negruzcos de las llamas se veían en los ojos vacíos de las ventanas de los edificios públicos y cada albanés se buscaba la vida como podía.
En medio de una parte abandonada de un país abandonado a su suerte dí el salto hacia el noreste albanés, desde donde llegaban noticias poco tranquilizadoras: los refugiados de Kosovo hacían entrada en el país y apenas había comunicación con Tropojë el pueblo donde se sumaban los problemas albaneses con los de Kosovo, a escasos 6 kilómetros de la frontera con los restos de Yugoeslavia. La suerte estaba echada: una furgoneta ya me llevaba hasta allí cruzando el sur de los Balcanes entre refugiados que huían del lugar al que yo me dirigía.